El antiguo y el nuevo testamento, constitutivo de la Biblia, demostró, durante la historia, factores formidables de la civilización. Desafortunadamente, además del malentendido entre sus seguidores, también generó, por una lectura dogmática y sectaria, crímenes monstruosos, cuyo recuerdo sigue siendo indeleble.

Tal lectura, que también ha promulgado comportamientos estúpidos, injustificables hoy en día, ya no se resiste, actualmente, ni a las críticas históricas, ni a los descubrimientos arqueológicos, ni a lo que sabemos de la antigüedad y las condiciones de la apariencia humana, lo que explica la degeneración de religiones que lo reclaman.

Si los consideramos, por otro lado, por lo que son, una mitología notable, que permite en particular la práctica de iniciación masónica, que está muy impregnada, entonces demuestran que son ricos en significado, perfectamente coherente y beneficioso para cada uno de los nosotros y para la evolución de las sociedades, porque respondiendo profundamente a nuestro problema humano y, por lo tanto, a los portadores, para cada uno de nosotros y para toda la humanidad, de paz, alegría y amor.